martes, 18 de noviembre de 2014

El Puente Romano de Mérida y los vencejos reales

El Puente Romano de Mérida y los vencejos reales

El Puente romano de Mérida es uno de los monumentos más representativos y bellos de Mérida, antigua Emerita Augusta. Fundada en el año 25 A. C. por el legado Publio Carisio por orden del emperador Octavio Augusto para asentar a los soldados eméritos de las legiones X y V que combatieron en las guerras cántabras, se convirtió en la capital de la Lusitania y una de las ciudades más importantes del imperio romano. Se constituyó en un importante nudo de comunicaciones debido a la posibilidad de atravesar el río Anas (Guadiana), gracias al puente que se construyó al mismo tiempo que la ciudad.
El puente mide más de 790 m, con 60 arcos y unos 12 m de altura. En su construcción original constaba de dos arquerías separadas por un tajamar que servía para apaciguar la corriente del río. Este tajamar fue destruido por una gran riada y en el siglo XVII fue sustituido por cinco arcos que unieron en una sola arquería todo el puente. Además, ha sufrido remodelaciones desde tiempos de los visigodos debido a los desperfectos ocasionados por batallas o grandes avenidas de agua
Actualmente se asienta sobre la cola del embalse de Montijo y divide la barriada de Nueva Ciudad del resto de la ciudad, situada en la margen derecha. En esta privilegiada situación, incluida en la Zepa del Embalse de Montijo, da refugio a una variada fauna, con más de 170 especies de aves observadas. La presencia de varias islas con abundante vegetación junto al puente lo convierte en un privilegiado mirador desde el que se pueden observar cómodamente las evoluciones de las nutrias (Lutra lutra) mientras pescan a última hora de la tarde o cómo se alimentan de eneas con sus enormes pies los calamones (Porphirio porphirio). Es también una buena atalaya para, durante los meses estivales, observar el continuo trasiego de varias especies de garzas camino de las garceras situadas a pocos cientos de metros aguas arriba.
Pero quizá las especies que más llaman la atención al turista que visita el formidable monumento son los vencejos, en especial el Vencejo real (Tachymarptis melba). Cuenta esta especie con varias decenas de parejas nidificantes, sobre todo en los huecos y grietas de los sillares de los arcos que están sobre el agua.
Se trata del mayor de los vencejos ibéricos, con más de 20 cm de longitud y una envergadura de 57 cm. Su silueta en vuelo es característica, común a otras especies de vencejos, con forma de ballesta y la cola con una ligera horquilla. Es de color pardo claro, con dos características marcas blancas en el mentón y el vientre, separados por un collar pardo. No existe dimorfismo sexual.
Se alimentan de insectos voladores que capturan volando con el pico abierto como si fuese un cazamariposas.
Es una especie migradora, que llega a finales de febrero y primeros de marzo de sus cuarteles de invernada en África ecuatorial y permanece en la zona hasta finales de Octubre. Su número fluctúa de un año a otro y crían además en otros puentes cercanos, como el Fernández Casado o el de la Autovía A-5. Por lo general vive ligado a los cantiles de las montañas y sierras, aunque en determinadas zonas elige las construcciones humanas para asentar sus colonias de cría. En el muro del cercano embalse de Alange se asienta una colonia que supera los dos centenares de parejas incluso en algunos años se acerca a unas trescientas parejas nidificantes.
El nido es una argamasa de pelusas, plumas, telas de araña, etc que atrapa en el aire y que compacta con su espesa saliva, que al contacto con el aire se endurece y forma una pasta con la que construye un pequeño cuenco en el que pone 2-3 huevos de color blanco que incuba durante 20-21 días. Los pollos permanecen en el nido algo menos de dos meses.
 Los ruidosos “corros” que forma esta especie a última hora de la tarde, con persecuciones a gran velocidad de decenas de individuos a baja altura, son espectaculares y en desde cualquier punto del Puente romano es posible observarlas. Estos “corros” comienzan a formarse al caer la tarde. Las aves se comienzan a concentrar a bastante altura sobre el puente y poco a poco van bajando hasta el punto de pasar a menos de dos metros de altura sobre el pretil del puente, por lo que el espectáculo de ver pasar a corta distancia más de veinte vencejos gritando a más de 150 km/h es increíble.
Así, el Puente romano de Mérida aúna el poder disfrutar del impresionante legado del glorioso pasado romano de la ciudad con la posibilidad de observar una de las aves más veloces de todas las que surcan los cielos extremeños.












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